Fotos divertidas

Tras una interminable y desapacible semana de viajes extenuantes, apenas consumida en kilómetros y horas al volante, por carreteras desbordadas a causa de un tráfico denso y torpe y anegadas de una lluvia torrencial; me dispongo, al fin en casa, a disfrutar de un fin de semana vago y reparador...sin compromisos...sin sobresaltos.
 
Sigue lloviendo. Una copiosa lluvia helada se ensaña con los cristales, de sellado hermético. Dentro, a este lado de la casa, el clima es benigno. La chimenea chisporrotea amable, caldeando la estancia, mientras la trompeta de Chet Baker va pintando con parsimonia las paredes del salón de colores melancólicos.
 
Cómodamente acoplado a mi mullido sillón, bajo la tenue Fotos divertidas de una lámpara de mesa, saboreo mi licor más estimado, a sorbos cortos y espaciados, mientras preparo mi pipa con lánguida fruición, dejándome envolver por las quejumbrosas inflexiones de este noble instrumento, de un metal desgarradamente dulce...la voz de un músico herido...Abierto, sobre mis piernas, con las hojas boca abajo, un libro, desde cuya portadad me contempla la sonrisa impertinente de Boris  Aquí.
La lluvia sigue arreciando en el exterior, sin piedad, evocando en mí viejas sensaciones; momentos vividos lejos del amparo de mi guarida, a la intemperie. Me apacigua el espectáculo de la lluvia en los cristales, yo a resguardo; siempre tiene esa virtud cinematográfica (como de flahs-back) de rescatar viejos recuerdos, buenos y malos. Me entretengo deslizando el sillón más de frente a la ventana mientras froto distraídamente mi oreja izquierda, siempre helada; en el gesto, el libro cae al suelo, y se cierra produciendo un ligero golpe que, sin embargo, centrifuga mis entrañas justo en el instante en que mis dedos tropiezan con el lóbulo amputado; una antigua cicatriz de guerra, como yo suelo llamarla...